Una vez mas cruzo los Andes, esta vez con un propósito claro: descubrir por qué Casa Las Cujas se ha convertido en un destino imperdible de la escena gastronómica de Santiago. Una experiencia que fusiona la frescura del océano Pacífico con una ejecución impecable en cada plato.
Al entrar, el ambiente logra ese equilibrio poco frecuente entre lo relajado y lo sofisticado. La decoración en tonos blancos y turquesas evoca la costa con sutileza y elegancia. Pero el verdadero protagonista del salón es imposible de ignorar: una pantalla de cinco por tres metros proyecta imágenes hipnóticas de las playas del norte de Chile. No es solo un detalle estético, sino una declaración de principios: aquí, la esencia marina es la que manda.
La propuesta nace bajo la mirada visionaria de Max Riade y sus hermanos Juan Pablo y Domingo Raide. Max es un empresario reconocido por su habilidad de conectar talentos culinarios de diferentes rincones del mundo. Raide no solo lleva y trae chefs, sino que fomenta encuentros, crea puentes, y convierte cada visita en una oportunidad de convivencia y aprendizaje mutuo. Casa Las Cujas es, en muchos sentidos, una manifestación de esa filosofía.
El restaurante, con capacidad para 120 comensales, estaba repleto incluso antes de que comenzara el horario fuerte de la noche. Detrás de mi mesa, una piscina vibrante exhibía la frescura pura del océano chileno: machas, ostras, almejas, choritos, locos, caracoles, picorocos, centollas, jaibas y langosta. La costa al alcance de la vista, lista para convertirse en las creaciones del chef Antonio Moreno.
El primer plato de esta experiencia fue Caleta Las Cujas: un despliegue magistral de productos del mar frescos, con ostras, almejas, choritos, algas, chochas, piure y picoroco, todo armonizado con salsas cítricas que realzaban cada bocado sin opacar la frescura natural del ingrediente.
La verdadera joya de la noche llegó con la centolla patagónica, presentada en dos versiones que marcaron un antes y un después en la velada. La primera, un arroz a las brasas cocinado con el caldo de centolla, profundo e inolvidable. La segunda, un tartar fresco y elegante, acompañado de papas fritas caseras que equilibraban la sofisticación del plato con un guiño a la sencillez.
No pude resistirme al erizo, un producto difícil de encontrar y de mis favoritos de mar. Servido al natural, con un toque cítrico sutil, logró capturar la esencia pura del océano: intenso, fresco, inolvidable.
La selección de vinos acompañó cada momento con precisión quirúrgica. Comenzamos con un Clos Apalta de Viña Lapostolle, robusto y elegante, seguido por un Amayna de Viña Garcés Silva, fresco y vibrante, perfecto para los sabores marinos. El cierre fue con Caballo Loco N1 Blancos, un blend que aportó sofisticación al final de la experiencia.
La atención del equipo fue impecable, atenta pero sin invadir. Max Riade, presente, se encargó de convertir la visita en algo personal, generando esa sensación de hospitalidad genuina que solo se encuentra en lugares donde el detalle importa.
Casa Las Cujas es más que un restaurante: es una celebración del mar chileno con una propuesta que equilibra frescura, técnica y una sofisticación sin pretensiones. Es el tipo de lugar al que uno sabe que volverá.
Casa Las Cujas
📍 Alonso de Córdova 2467, Vitacura, Santiago de Chile – Chile
⏰ Lunes a jueves de 18 a 00 h; viernes a sábado de 13 a 00 h; domingo de 13 a 17 h
🌐 www.lascujas.com
📸 @casalascujas